MALACA ROMANA, ESPEJO DE UN MUNDO QUE AÚN VIVIMOS

Antonio J. Reyes Campos

man reading inside train

El pez de barro

Reseñas

Leer El Pez de Barro, de Ana Mª Medina y Antonio S. Reina, me ha transportado al año 303 d.C., a una Malaca romana donde la fe, la lealtad y la integridad se enfrentan a la corrupción y a los intereses de quienes gobiernan. No ha sido solo un viaje literario; me ha hecho reflexionar sobre cuánto de aquella lucha sigue viva hoy.

Las tramas amorosas, descritas con gran delicadeza, me han permitido ver el rostro humano de tantos personajes que, en medio de la persecución, no renuncian ni a su fe ni a sus afectos. He disfrutado de las quedadas de Ciriaco y Helena, y de cómo las dudas de Paula, ante un compromiso marcado para su destino que no termina de encajar, van madurando a lo largo de la narración. Su dilema entre dejarse llevar por el corazón o por la razón acaba encontrando respuesta en una fe profunda en el Dios del Amor.

Me ha hecho reflexionar también sobre el trato hacia la mujer en aquella época, aún vigente en muchos ámbitos, el gran papel de la mujer en la Iglesia desde sus inicios, y sobre la fuerza de la gran amistad que une a aquellos jóvenes, en particular Ciriaco y Paula. También me han llamado la atención las ideas frescas y cercanas del obispo San Patricio, en un cristianismo todavía incipiente que comienza a endurecerse tras el Concilio granadino de Elvira con un mensaje más hermético y menos misericordioso.

Al principio me costó seguir tantos personajes y términos propios de la época, pero pronto me vi atrapado por una narración que me conducía por calles, foros y conflictos que sentía cada vez más cercanos.

Todo ello, sin dejar de ser una narración viva y cuidada que combina rigor histórico con emoción. Como cristiano, esta novela me ha interpelado de forma especial; me ha recordado que el seguimiento de Cristo nunca ha estado exento de riesgos, y que la verdad y la justicia siguen reclamando nuestra voz hoy. Es lo que nos hace practicantes de nuestra fe.

Antonio J. Reyes Campos

Malaca romana, espejo de un mundo que aún vivimos